martes, 17 de diciembre de 2013

Diez años a Mas de ostracismo para reflexionar

    Dicen que los antiguos atenienses, hartos de individuos perjudiciales para su comunidad, decidieron votar.
Todos los años se reunían y depositaban un trozo de cerámica, en griego ostra, con un nombre escrito. Si, por ejemplo, la mayoría escribía Arturo Mas, en griego Αρκτούρος   el bobo, el señor en cuestión debía abandonar la comunidad durante diez años. No perdía derechos ni propiedades, solo se le mandaba diez años fuera del terruño para que madurara un poco. Los atenienses decían que lo enviaban al ostracismo. Los barceloneses toda la vida ha dicho a Tomal pol saco.
     La espita que ha abierto el lider de CiU, Arturo, no es de poción mágica sino de olla expres sin pasar por agua. Solo dos años del inicio de la disolución de la imberbe Yugoslavia, a principios de los noventa, creada artificialmente por potencias extranjeras después de la primera Gran Guerra, los vecinos de Bosnia, se trataban como personas sin preocuparse mucho si uno era bosnio musulman, croata católico o serbio ortodoxo.
     En el experimento yugoslavo, ya después de la II Guerra Mundial y tras unas buenas purgas del tio Tito, todos se comunicaban más o menos con normalidad. Vaya tía morenaza que se ligo Ibranovich el del segundo. Como ronca Pretrovich el del cuarto. Que mal arregla los zapatos Milosevik. Todo más o menos normal. Dado que su aspecto físico era similar, todos muy altos y de difícil bronceado, y estaban un poco agotados de guerras, no tuvieron ningún conflicto serio, entre ellos, durante 40 años.
     Ah, pero un día, alguno de sus políticos, empezaron a sacar trapos sucios de la Historia. Y por Dios, que si los tenían, pero de verdad, de verdad.  El experimento yugoslavo tenía muchos muertos en el armario, disimulados con caretas de carnaval. Todos se habían matado a conciencia durante siglos, fieles a sus distintos Imperios: Austrohungaros, Turcos o a su ideología o cualquier cosa que se le ocurría a algún bobo. Nunca habían existido como Estado y se disolvieron en sangre. El suave algodón de la civilización y la cultura se rasgo en pocos días. La morenaza de Ibranovich fue violada por Milosevic. A  Petrovich, Ibranovich le cortó la garganta para que no roncara más. Se mataron a conciencia y con saña. Con las saña con la que solo se mantan los vecinos.
      Creo que todos los españoles deberíamos recuperar esa antigua costumbre de los atenienses de votar para cosas importantes. En estos momentos lo adecuado sería votar para exiliar a Αρκτούρος el Bobo. Y si sale por más de un 60% por ciento a favor del ostracismo, le permitimos hasta que se exilie en Suiza. Allí podrá gastar en batallitas la herencia de su padre.